La Preciosa Sangre de Cristo en la Biblia

Leo en la Palabra de DIOS!

"Con tu Sangre has comprado para Dios gentes de toda tribu, lengua, pueblo y nación; has hecho de ellos una dinastía sacerdotal, que sirve a Dios y reina sobre la tierra" Ap. 5:9.

"¡Dichosos los que lavan sus vestiduras en la Sangre del Cordero!" (Apocalipsis 22:14).
"Tenemos, hermanos, una confianza jubilosa de entrar en el santuario del Cielo por virtud de la Sangre de Jesús" (Hebreos, 10:19).

"Ellos vencieron al dragón por la fuerza de la Sangre del Cordero y en virtud del testimonio que dieron, pues despreciaron sus vidas hasta morir por él" (Apocalipsis 12: 9-1 l).

El Espíritu Santo os ha constituido vigilantes, para que apacientes la Iglesia de Dios, que él se adquirió con su propia Sangre" (Hechos 20:28).

Os habéis acercado a Jesús, que nos ha rociado con una sangre que habla más elocuentemente que la de Abel" (Hebreos 12: 23-24).

Vi el cielo abierto. Y el que se llama desde siempre El Verbo de Dios, estaba cubierto con un manto lleno de sangre" (Apocalipsis 19: 12-13).

"Estos son los que han lavado y blanqueado sus vestiduras en la Sangre del Cordero. Por eso están ante el trono de Dios" (Apocalipsis 7:14).

Tenemos un Pontífice excelso, Jesús, que ha penetrado los cielos - con su propia sangre - y está siempre vivo para interceder por los que por él se llegan a Dios" (Hebreos 4:14, 19:12, 7:25).


En su gran amor DIOS me ha liberado por la sangre que Su Hijo derramo, y ha perdonado mis pecados. (Efesios 1:7)

das las gracias, se la dio diciendo: «Bebed de ella todos,
porque ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos para perdón de los pecados. (Mateo 26:27,28)



Cuantas veces coméis este pan y bebéis este cáliz, proclamáis la muerte del Señor hasta que él vuelva. (I Corintios 10:16; 11:26).

Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él.
(Juan 6:53,56)



CUERPO DE CRISTO: Cuerpo dolorido de mi Señor Jesucristo; cuerpo ensangrentado y llagado por mis culpas; cuerpo sudoroso, que tantas fatigas y agonías sentiste al ver mi loca tardanza en escuchar tu voz; cuerpo de Cristo, cuyos ojos santos tantas lágrimas lloraron ante mis repetidas inmodestias; cuerpo de Cristo, cuyos labios amargados por la hiel de las ingratitudes, tantas veces me han repetido palabras dulcísimas de vida eterna; cuerpo de Cristo, cuyas manos bienhechoras, tantas veces se han levantado para llamarme, para bendecirme, y sobre todo para sostenerme cuando empezaba a hundirme en el pecado; ¡OH, CUERPO DE CRISTO, SÁLVAME!

SANGRE DE CRISTO: Sangre santísima, sangre preciosísima, sangre inmaculada, sangre redentora, sangre divina de mi Señor Jesucristo, que tantas veces en la Sagrada Comunión, como rocío celestial, me has vivificado; sangre que infundes fortaleza a los mártires, fertiliza la pureza en las vírgenes, y enciende el celo de los confesores; sangre de Cristo, que tan generosamente has manado de las llagas de las manos, de los pies y del costado santo ¡oh sangre de Cristo!; enciéndeme, abrásame, divinízame, y en tu dulzura celestial, ¡OH SANGRE DE CRISTO, EMBRIÁGAME!.

AGUA DEL COSTADO DE CRISTO: Agua cristalina, agua inmaculada, agua santa, agua vivificadora, que manando de las fuentes del Salvador, saltas hasta la vida eterna; agua refrigeradora de Cristo: mitiga la sed de placeres que me consume, apaga el volcán de mi corazón que me devora, y templa la llama de mis muchas pasiones que me abrasan, como abrasan los ardores del sol a las flores del campo; ¡oh agua limpia y pura del costado de Cristo!; borra las huellas que en mi ha dejado el pecado; riega la esterilidad de mi corazón egoísta; purifica mis sentidos y mi imaginación y, sobre todo, ¡OH, AGUA DEL COSTADO DE CRISTO, LÁVAME!.

PASIÓN DE CRISTO: Pasión de Cristo, que hiciste llorar a los mismos ángeles del cielo; pasión de Cristo, que hiciste se obscureciese el sol y se conmoviera la tierra; pasión de Cristo, que ha abierto el camino seguro que conduce a la región de las dichas eternas, le has alfombrado con la sangre redentora y le has esmaltado con las lágrimas del Salvador, más hermosas y puras que todas las perlas de los mares; ¡oh pasión de Cristo, pasión de amor, pasión de dolor infinito y pasión de silencios divinos!; ¡oh pasión de Cristo!; puesto que soy débil, inconstante y cobarde, ¡OH, PASIÓN DE CRISTO, CONFÓRTAME!

¡OH BUEN JESÚS!: ¡Oh, Jesús bueno, Jesús bueno!; siempre bueno, y bueno para mí sobre todas las cosas. En medio de las sugestiones vanas del mundo, en medio de la gritería de mis locas pasiones, en medio de las voces que en mí de continuo se oyen: voces del pasado que me remuerden, voces del presente que me turban, y voces del porvenir que sin cesar me inquietan, ¡oh, buen Jesús!, óyeme; oye ahora mis súplicas, oye mis gemidos, oye mis llantos, y, sobre todo, cuando mi corazón al sentirse herido y solo, acuda a ti que eres la dulzura infinita, y te llame, ¡OH, BUEN JESÚS, ÓYEME!

DENTRO DE TUS LLAGAS: ¡Oh, llagas resplandecientes como soles!, ¡oh llagas santas!, que abrió el amor para que en ellas se guareciesen las almas de los niños, las almas de las vírgenes, las almas de los santos, y las almas de los tentados. ¡Oh, Jesús mío y Redentor mío!: dentro de esas llagas tuyas, guárdame y escóndeme. Y tú, ¡Oh puerta santa del costado divino!, que conduces al Corazón que es el cielo de la tierra, en donde resplandece la luz, reina la paz y abunda la alegría; ¡Oh puerta santa del Costado de Cristo, ábrete y recíbeme, que vengo huyendo del mar agitado del mundo, y vengo sucio, vencido, triste y hambriento, cual otro hijo pródigo que ha disipado todos sus bienes; por esto deseo que te abras y por esto te pido, ¡oh buen Jesús!, que me recibas como a un esclavo, diciéndote con toda mi alma: DENTRO DE TUS LLAGAS ESCÓNDEME.

NO PERMITAS QUE ME APARTE DE TI: No permitas, ¡oh mi dulce Jesús!, que me aparte de Ti, porque lejos de tu presencia y de tu luz y de tu calor divino moriría, quedaría sin vida, como el pez sin agua, como la flor sin sol, y como el ave sin oxígeno. No permitas que me aparte de Ti, porque lejos de Ti la vida es triste, la vida es estéril, la vida es muerte; y como yo necesito palabras de vida que me iluminen y que me sostengan, por esto necesito estar contigo, y por esto te pido con humild
ad, que no me dejes, que no me desampares nunca, que NO PERMITAS QUE ME APARTE DE TI.

DEL MALIGNO ENEMIGO DEFIÉNDEME: ¡Oh, Señor Jesús!: Tú sabes cuántos son los enemigos que como leones rugientes me rodean y quieren destrozar mi alma, arrancarme la fe, sumergirme en la lujuria y vencerme en esta continua lucha que es la vida; ¡oh Jesús bueno!, que ves ese ejército de inmodestias, de lecturas, de provocaciones, de espectáculos y de sugestiones que quieren hacerme sucumbir y caer en las garras de Lucifer; ¡oh buen Jesús!, que tanto me quieres, y que tanto me has querido siempre, guárdame, protégeme, y, sobre todo, DEL MALIGNO ENEMIGO DEFIÉNDEME.

EN LA HORA DE MI MUERTE: Cuando se acerque el fin de mi existencia, cuando vaya a dejar el mundo para siempre, cuando mi cuerpo esté fatigado, pálido y sudoroso; cuando me despida de cuantos me han querido, y me encuentre solo, al borde de la eternidad: una cosa te pido para entonces, y te la pido ¡oh Jesús!, en estos momentos en que estás dentro de mi alma, y te oigo y te hablo; te pido que en aquellos instantes supremos, me llames. Tú sabes mi nombre; tus labios lo han repetido muchas veces cuando me veías en peligro y cuando me alejaba de Ti; pues, por mi nombre y con tu voz dulcísima, en aquella hora suprema de mi vida, con tus palabras eficaces y santas, para que no me pierda, te pido que me llames: si Jesús mío, y Redentor mío: EN LA HORA DE MI MUERTE 
LLÁMAME.

Y MÁNDAME IR A TI: Cuando mi alma quede desatada del cuerpo; cuando contemple en su realidad todo el atractivo divino de tu rostro, toda la vileza del pecado, y toda la fealdad que en mi han dejado mis prevaricaciones; entonces ¡oh Jesús, que tanto me has amado, defendido y guardado!, mándame que decididamente vaya a Ti, a la Luz, a la Hermosura, al Amor y a la Dicha sin fin. Yo quiero oírte entonces, yo quiero anegarme en el océano de tu amor infinito, y por esto te digo una y mil veces: ¡oh Jesús!, que eres la verdad, el camino y la vida: MÁNDAME IR A TI.

PARA QUE CON TUS SANTOS TE ALABE: Yo sé, Jesús mío, que Tú has hecho todas las cosas buenas, y que todas ellas te alaban, te glorifican y bendicen; pues yo quiero alabarte con la luz, con el sol, con las aves, con los peces y con las flores, y quiero entonar eternamente el himno de tu gloria; quiero cantar tus misericordias infinitas, uniendo mi voz a la de los ángeles, uniendo mi voz a la de tus escogidos que formarán toda la Iglesia triunfante, que reinará conmigo para siempre, y por esto te pido mi salvación eterna: PARA QUE CON TUS SANTOS TE ALABE.

POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS: Y como el himno de mi reconocimiento, deseo que no termine nunca, sino que en su duración sea infinito, por esto quiero que los latidos de mi corazón sean para Ti siempre, y que mis pensamientos tejan una guirnalda de flores de alabanzas a tu sabiduría, y yo cante tu poder, tu grandeza, tu majestad, y tu amor eternamente, y que de mi ser brote un torrente de gratitud, y alabe tus misericordias, POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS.

AMÉN: Así sea; esta es, ¡oh buen Jesús!, mi última súplica; que todo lo que te he pedido se cumpla en mi vida, en mi muerte, y en mi eternidad; y para ello ahora te pido que me acompañes en este día. La vida me llama; la tentación me acecha, la ingratitud me espera, la fatiga me aguarda; por esto te pido que vengas conmigo, porque soy débil, porque soy inconstante. Ven pues, en mi compañía; que tu presencia en mí, resplandezca en mis palabras, en mis pensamientos y en mis afectos y trabajos; Jesús ven; ven conmigo, que no quiero ofenderte; ven conmigo, que te amaré y te bendeciré en todo cuanto haga; ven, Jesús, ven; sí, así sea, AMÉN.